Por Hermana Pat Dieringer
Una semana después de graduar de la escuela secundaria entré “el mundo del trabajo,” en el departamento de contabilidad en la compañía Goodyear Tire and Rubber Company. Trabajé allá para siete años antes de encontrar un jalón hacia la vida religiosa.
Entre el convento, una otra congregación religiosa, para la primera vez el 8 de Septiembre de 1954. Después de unos meses con mucha oración y el ayudo de la dirección espiritual decidí que no tenía un llamado de ser una Hermana – por menos para ahora. Entonces regresé a casa y ayudé mi madre cuidar a mi padre quien estaba muy enfermo. Volví a trabajar, primero con una compañía de seguro y luego de nuevo con Goodyear. Además ayudé en la escuela parroquial y en casas como una tutora y fui voluntaria en la oficina de la parroquia. Mi vida era muy ocupada y llena.
Pero durante este tiempo Dios estaba empujándome en mi corazón para explorar de nuevo la vida religiosa. Entré las Hermanas de la Preciosa Sangre el 23 de Agosto de 1959. Tenía 30 años pero en estos días estaba considerada “una vocación mayor.” Después de mi profesión de votos, empecé mis años en el ministerio, lo cual mis años en los negocios y contabilidad me dio fondo para el ministerio en varios lugares y instituciones.
Aunque ahora estoy jubilada, mi plato está completo como siempre. Trabajo en unos ministerios congregacionales y ayuda como es necesario con las Hermanas mayores. Estoy activa en la parroquia de la Preciosa Sangre en Dayton a donde estoy un ministro de la Eucaristía y también coordinadora de lo mismo. Disfruto en ayudar los necesitados en el área por medio de San Vicente DePaolo en la parroquia. Estoy una fanática para el deporte y me gustaría ver los Rojos de Cincinnati ganar un Series Mundial una vez más.
Pero sobre todo de lo que ha escrito, la prioridad primera y más importante de mi ministerio es participar en la Eucaristía diariamente y esforzarme a profundizar mi vida de oración. Eso es lo que me da energía y me apoya en las actividades. Lo hace que cada día es un nuevo reto.
Estoy feliz que en la segunda ronda Dios me ha permitido a dedicarme a Dios y la Iglesia siendo una Hermana de la Preciosa Sangre. El carisma de la Preciosa Sangre y la inspiración de Madre María Anna Brunner me urge ser una presencia reconciliadora para dar esperanza a los desesperados por medio de la aceptación de todos, a pesar de la raza, la cultura, el credo o la nacionalidad.
Estoy bendecida de ser una Hermana de la Preciosa Sangre. Y estoy agradecida con todo corazón.