Por Hermana Barb Smith, ASC
Esta es la época del año cuando nos concentramos en lo nuevo. Es un año nuevo, con nuevas resoluciones, invitaciones para seguir creciendo, nuevas perspectivas sobre el año pasado y como lo he vivido. A menudo nos hacemos estas preguntas parecidas: ¿Qué eventos importantes, qué decisiones, o qué personas han marcado la dirección de mi vida que he tomado?
Nos podemos preguntarnos: ¿Qué cambios quiero hacer en este nuevo año para lograr la transformación, lo que es nuevo, la integridad? Ojalá escuchemos la voz tranquila de Dios que nos dice: Mirad aquí, hago nueva todas las cosas.
Quizás, en este tiempo de gracia y favor, es tiempo de “mirar,” simplemente hacer una pausa, ver con nuevos ojos, escuchar con oídos sintonizados con el Evangelio. ¿Podemos, como María, sostener todas estas cosas, reflexionándolas en nuestro corazón? ¿Somos capaces de reconocer que hay “Alguien” que ve la bondad que hay en mí y me desafía hacer algo nuevo o algo que nunca había soñado? Dios nos da estos “momentos-nunca-soñados” como vemos en María, José, Isabel, Zacarías, los pastores, los reyes magos; y la lista puede seguir y seguir adelante.
A menudo subimos a la rueda de andar en la vida y seguimos sin rumbo, sin tomar el tiempo para detenernos, ni ver quién me está acompañando — quién desea que continúe convirtiéndome en la persona quien es la imagen verdadera de Dios. A veces escribimos cómo nuestra vida debe ser y tenemos miedo de pensar en una manera diferente a pesar de que nuestra vida cambie. ¿Cuál es el escenario que me estoy aferrado sin permitir que Dios y la Gracia me muevan hacia nuevos caminos, una nueva vista, territorios no trazados?
Hay una historia sobre “un niño pequeño en india, que, en la actuación de la Navidad, era el portero. Cuando José y María tocaron la puerta de la posada, el niño dijo: “No, no tengo lugar para ustedes.” Tocaron por la segunda vez, y el niño les repitió la misma línea: “¡No, no tengo espacio para ustedes!” La tercera vez cuando José y María tocaron, el niño olvidó que decir. Los miró a ellos en silencio por un largo tiempo. Alguien atrás el escenario en voz alta: “Diles,” no “otra vez.” Pero como esa no era la línea correcta en su mente, el niño respiró fuertemente y dijo: “Bueno, entra y los haremos espacio.” La multitud en la iglesia rio y pensaba si tal vez el niño aprendió esta hospitalidad de su madre o abuela.
“Me imaginé que era solo un niño pequeño que olvidó que decir y buscó en su corazón la respuesta. Simplemente piensó: “¿Qué sería lo correcto?” (De Celebration Publications: Su Reflexión Navideña). La respuesta del niño pequeño fue un llamado increíble para crear un nuevo guía, mirar dentro de nuestros corazones para descubrir una forma diferente, un corazón evangélico, un corazón del amor de Jesús.
Pero no llegamos fácilmente a este sentido del corazón sin tomar tiempo para volver a conectarnos con el central de nuestras vidas: Jesús. No siempre estamos en sintonía con esa voz que dice: “Mire, que hago nueva todas las cosas” o incluso para escuchar esto: “Tú eres mi amado en quien permanece mi gracia.”
La belleza de esta historia es lo que estaba sucediendo al principio de la historia era sobre el niño como potero, pero lo que sucedió cuando el pensaba sobre el amor y la compasión hacia el otro … desde un corazón pequeño en sintonía con el amor y compasión de Dios.
La oración nos lleva al corazón de Dios a medida que somos enviados, nos convertimos en el corazón de Dios y en su imagen para nuestro mundo. ¿Podría ser que nuestra oración sale del ordinario de vez en cuando? Puedo preguntarme: ¿Amo el Evangelio? ¿Soy apasionado por el tesoro del Evangelio: su maravilla, su asombro, su desafío? ¿A dónde estaba visible la gracia de Dios en mi vida hoy? ¿Cómo influirán estos momentos de gracia en la forma en que vivo hoy y mañana?
El Papa Francisco, en su mensaje “La Alegría del Evangelio,” “nos da un plan de acción para la esperanza. Su énfasis está en el corazón de su mensaje central y la misión de la iglesia: es una relación personal con Dios en Jesucristo. Nuestro encuentro personal con Dios debe reclamar esa intimidad para representar el rostro divino de la misericordia que se vuelve hacia el mundo. Él nos dice que estamos más vivos cuando vamos a esos bordes crecientes que nos invitan a mirar dentro de nuestros corazones cuando nos hemos olvidado del plan y decimos: ‘Ah, solo entra y te encontraré espacio.’ La respuesta es crecer en Cristo, aceptar nuestra identidad misionera y hacer de nuestras vidas modelos de la Alegría del Evangelio” (Celebration Publications: La Alegria del Evangelio).
Para que nuestra vida de oración sea más real para nosotros, sería esencial mirar a quienes nos rodean todos los días … ¿Quién es el refugiado quien mantengo alejado de mí, quien esta hambriento para un poco de atención, quien se siente excluido? ¿Quién es este refugiado al que puedo dar la bienvenida? ¿Qué está llamándome a una respuesta más profunda a mi vida con Dios?
Estas son las llamadas a nuestra vida de oración; estas son las invitaciones para dar una bienvenida; estos son María y Josué de hoy tocando nuestra puerta. Ojala, estaremos bendecida con alguien con un corazón compasivo como el pequeño potero quien dice: “¡Bueno, entra no más y te haremos espacio!”